Olivia Judson escribe como colaboradora invitada en la edición electrónica del New York Times del 12 de agosto de 2008 http://www.nytimes.com/2008/08/13/opinion/13judson.html?ref=opinion y dice:
OLIVIA JUDSON
LONDRES
Optimismo en la evolución
Blog: The Wild Side
Cuando los calurosos días del verano lleguen a su fin, si hay algo de lo que podemos estar seguros es que el siguiente año escolar habrá de ver más luchas sobre la enseñanza de la evolución y si el diseño inteligente, o hasta si las historias bíblicas de la creación tienen un lugar en los salones de clase de ciencias en Estados Unidos.
En estas discusiones, se trata a la evolución como un tema abstracto que tiene que ver con la edad de la tierra o de cómo los peces saltaron a la tierra. Se discute como si fuera una parte optativa, curiosa y en buena parte irrelevante de la biología. Una consecuencia común de esta discusión es que la evolución se elimina por completo del curriculum.
Esto es una burla.
También es algo peligroso.
La evolución debe ser enseñada de hecho, debe ser central a las clases básicas de biología por al menos, tres razones.
Primero, ofrece una poderosa estructura para investigar el mundo en el que vivimos. Sin la evolución, la biología es meramente una conexión de hechos desconectados, un conjunto de descripciones. La sorprendente variedad de la naturaleza, desde la musaraña arborícola que consume vastas cantidades de alcohol cada noche, a los líquenes que viven en las desiertas inmensidades de la Antártica, no pueden ser sondeadas y comprendidas. Agrega la evolución y se vuelve posible hacer inferencias y predicciones y (a veces) hacer experimentos para probar estas predicciones. De repente, aparecen patrones por doquier, y detalles triviales en apariencia se tornan interesantes.
La segunda razón para enseñar sobre la evolución es que el tema es de relevancia inmediata aquí y ahora. El impacto que estamos teniendo sobare el planeta está haciendo que otros organismos evoluciones y con rapidez. No hablo solamente de los ejemplos obvios: La extensa resistencia que los insectos han desarrollado a los pesticidas; la evolución de la resistencia a los antibióticos presentes en los agentes infecciosos, desde la malaria a la tuberculosis; digamos, la posibilidad de que el virus de la gripe aviar evolucione a una forma que se transmita fácilmente de persona apersona. El impacto que tenemos es mucho más amplio.
Por ejemplo, estamos causando que los animales evolucionen por el sólo hecho de cazarlos. La pesca en el Atlántico norte de ha causado la evolución del bacalao que madura de un tamaño más pequeño y a más temprana edad que hace 40 años. La pesca del salmón del género Thymallus en los lagos de Noruega ha causado un patrón similar en estos peces. La cacería en busca de carneros de gran cornamenta ha hecho que la población de estos animales evolucione para dar carneros de cornamenta más pequeña. (Todoesto, por cierto, se alinea con las predicciones de la evolución.)
Por otra parte, la cacería de animales hasta el punto de su extinción puede causar la evolución de las especies que eran su presa. Experimentos hechos con guppys, han mostrado que estos peces, en ausencia de depredadores evolucionan con escamas de colores más brillantes, maduran más tarde, tienden a formar menos bancos de peces y pierden la habilidad para alejarse nadando rápidamente de algo. Tales cambios pueden aparecer en sólo cinco generaciones. Si entonces se reintroducen algunos depredadores, la población comúnmente se extingue.
Así pues, el no considerar la evolución de otras especies puede resultar en un fracaso en el esfuerzo de conservarlas. Y, tal vez, en cuidarnos de las enfermedades, las plagas y la escasez de alimentos. En breve, la evolución dista de ser un tema ajeno y abstracto. El no enseñarla puede dejarnos sin preparación para enfrentar retos.
La tercera razón para enseñar la evolución es más filosófica. Se refiere al desarrollo de una actitud frente a la evidencia. En su libro The Republican War on Science, (La guerra de los republicanos contra la ciencia). El periodista Chris Mooney arguye con persuasión que el desprecio hacia la evidencia científica o de hecho un desprecio hacia cualquier tipo de evidencia ha permeado las políticas de la administración de Bush, desde el cambio climático hasta la educación sexual, desde la perforación en busca de petróleo hasta la guerra en Irak. La desestimación de la evolución es una parte integral de esta actitud general.
Más aún, ya que el desprecio hacia la evidencia suele hacer su primera aparición en el salón de clase de ciencias, podría decirse que es también ahí donde comienza a cultivarse. Una sociedad donde la ideología es un sustitutode la evidencia puede resultar terrible. (Esto no quiere decir que la ciencia nunca haya sido distorsionada por la izquierda ideológica; a veces lo es, y no con mejores resultados.)
Pero para mi, el punto más importante sobre es estudiar la evolución es algo menos tangible. Es que este esfuerzo contiene un profundo optimismo. Significa que cuando encontremos algo en la naturaleza que sea complicado o misterioso, tal como los flagelos en las bacterias o la luz de una luciérnaga, no debemos encogernos de hombros con desconcierto.
En vez de eso, podemos preguntarnos como llegó a ser así. Y si al principio se ve tan complicado, de tal forma que los pasos evolutivos sean difíciles de discernir, tenemos una invitación abierta a imaginar, jugar, experimentar y explorar. A mi mente, esto sólo realza mi asombro.
Olivia Judson, columnista colaboradora para The Times, escribe The Wild Side en nytimes.com/opinion.
Traducción: Luis Villa